Restaurante Alfonso o de como la sencillez se transforma en grandeza
Publicado por Oskar García
Para mi siempre es un placer visitar Pinoso ( El Pinós) esta bella localidad alicantina del Alt Vinalopó, placer que se multiplica si además sé que voy a visitar el templo donde cocina Javier Alfonso, un cocinero innovador como pocos que está evolucionando la excelsa gastronomía local y elevándola a cotas contemporáneas a priori insospechadas. La verdad, esta visita no correspondió a ese criterio y nos pusimos en sus manos para degustar un menú, a su elección, pero de índole y corte tradicional.
Somos 3 comensales. Tenemos nuestra mesita reservada en un rinconcito encantador. Atenciones, mimos, calor, cercanía y una sonrisa nos dan la bienvenida y nos acompañan hasta el asiento. Comenzamos con 3 Heineken bien fresquitas y unas almendritas marconas, del terreno, de la cooperativa del Manyan, calentitas y al punto de sal perfectas para contrastar la cerveza. Acto seguido apareció el pan: 3 bollitos suizos recién sacados del horno con su fiel acompañamiento de tomate rallado y alioli. Gozo. Conversación. Recuerdos gustativos. Magia que se unta.
Comienza el desfile de entrantes: Plato de jamón ibérico al corte. Buen punto salino, de curación, sabor a la zona norte. Siguen unas croquetas caseras de pollo extraordinarias. Bechamel perfecta. Rebozado y fritura ídem. Como la sed apremia nos recomiendan un tinto de la zona D.O Alicante que esta teniendo una acogida fantástica, el Tarima Hill de Monastrell. Un rojo rubí intenso. Olor a frutas rojas y moras, con un fondo sutil a hierba. Sabor firme con un final largo y persistente que repite las notas de moras, dejando rastros poderosos. Un acierto. Continuamos nuestro particular festín con unos tomates trinchados del terreno, su aceite ídem y mollas de capellán tostadas. Poco que decir. Mar y montaña. Historia gastronómica. Pasión y frutos de la huerta.
Siguen pasando ante nuestra mirada atónita nuevas tentaciones, como las chuletitas de conejo rebozadas con ajetes tiernos. Un plato sutil y muy sabroso. Delicado y sorprendente. Gustoso y complaciente. Nos encantó. Acto seguido y bien escoltados por el Tarima Monastrell, encaramos el último entrante que tenía la forma de revuelto de huevos de corral con la inmejorable morcilla local pinosera y sus correspondientes croutons. Una delicia untuosa, de contrastes, de matices dulces y salados debido a la cebolla. Un desafío final que fue ampliamente disfrutado.
Y llegamos al plato principal. Al súmum, al de la cocina del esfuerzo, de la entrega y pasión, la de los 50º de temperatura con varias capas de papel de periódico como protección, la del orgullo local, la de la gavilla de sarmiento, la del arroz con conejo y caracoles. No quiero extenderme mucho ni hacer comparativas con otros que ya tienen ‘la fama’ adquirida. Solo os diré que este arroz (y el nuestro lo era) es la prueba fehaciente de que no es ni mucho menos obligatorio ni imprescindible incorporar un marisco caro a un arroz (dígase bogavante, carabinero…) para conseguir que este sea ‘bueno’ y destaque. Ni mucho menos. Conejo, asadura, caracoles serranos, un buen ‘majao’ y mucho sarmiento convierten este plato en felicidad y transforman la sencillez en grandeza. Sublime. Espectacular. Grano perfecto (uno encima de otro). Sabor. Ración generosa. Lágrimas de felicidad en forma de sutiles granos. Silencio en la mesa. Incomparable.
Tras este festival para los sentidos siguieron los postres: Rodaja de melón piel de sapo presentada y troceada, natillas con galleta y flan de huevo casero que tras la primera cucharada llevó mi memoria gustativa a la infancia y a mi madre, a su delantal y su flanera.
Dos cafés, manzanilla y una tónica suelta y que me sorprendió: Vichy Catalán Premium Tonic Water. Indudablemente tónica e innegablemente de Vichy, pues comparte la mayoría de sus matices salinos y carbónicos.
¿La cuenta? Un auténtico lujo para el fatigado bolsillo. Despedida amable con buenos deseos para el próximo miembro de la familia que está a punto de nacer. No puedo decir que ‘volveré’, porque allí sigo. Nunca me he ido. Ni me iré. 😉
Publicado el 23 septiembre, 2013 en COMER, BEBER Y AMAR, VISITE NUESTRO BAR y etiquetado en alfonso, alicante, arroz, bodegas, caracoles, conejor, monovar, pinòs, pinoso, restaurante, sarmiento, vinalopó, vino. Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.
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