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Bodegas BROTONS de El Culebrón (Alicante)

Que especial es este post para mí. Lo es porque el sitio que os voy a descubrir (a los que no os suene o sepáis ya de él) me fue dado a conocer a mi hace muchos años a su vez por mi suegro, al que tengo muchísimo aprecio. Además, lo que empezó siendo una excursión para comprar un tipo de vino muy concreto y curioso: El Matusalem, terminó derivando en posteriores visitas a la localidad de El Pinòs de la cual como he comentado en mas de una ocasión, me declaro fan absoluto.

Bodega Brotons

La bodega Brotons se encuentra  sita en El Culebrón, una de las pequeñas pedanías colindante que tiene El Pinós y uno se la encuentra a mano derecha si viene desde la carretera de Monóver, pero ojo, porque hay que estar muy atento ya que desde el coche no destaca a simple vista y lo que vamos a ver en exterior, a priori quizá no lo vamos a asociar a lo que entendemos como una bodega al uso. Es cierto también que lo que vamos a encontrar de puertas para adentro es mas un despacho de vino y tienda de almacenando en vez de una bodega con barricas reposando (que también está, pero no es visible). Eso es precisamente lo primero que vamos a ver si traspasamos la metálica puerta roja, prácticamente sin identificar y con un pequeño cartel: Una estancia con un agradable olor (como el de todas las bodegas) donde disponemos de varias estanterías con productos muy variopintos y grandes toneles y depósitos de venta a granel con referencias como:

  • Tinto
  • Tinto 2ª
  • Tinto Añejo
  • Tinto Doble Capa
  • Tinto Especial
  • Tinto Reserva
  • Dormilón
  • Añejo Dulce
  • Añejo Blanco
  • Blanco
  • Fondillón distintas añadas
  • Moscatel
  • Vermú 
  • Matusalem
  • Cava
  • Frutos secos
  • Aceite
  • Tortas gazpacho
  • ….

Toneles, garrafas y barricas

Es una gozada porque todos los productos son propios y artesanales, tan artesanales, que es el propio dueño de la bodega (uno de los hermanos Brotons) Robert, quien está allí llenado los envases a los clientes. Esto es bueno saberlo porque lo recomendable es visitarlos con botellas o garrafas vacías como hacemos nosotros para poder ir llenando en envases propios y así además, ahorrar en el precio final. Como decía al principio, el producto por el que solíamos venir aquí es el matusalem, un vino generoso, de largo envejecimiento (de ahí el nombre), fortificado con la adición de alcohol que le imprime carácter. Yo le llamo «vino de pasa» porque su dulzor y sabor es equivalente a hacer un puré de pasas y licuarlo. Tiene mucha densidad y cremosidad y a una temperatura muy baja, es realmente delicioso. 

Productos, porrones de prueba y litros a granel

En esta ocasión y tras haberlos probado ya en veces anteriores, yo personalmente compré varias botellas de vermú y alguna de añejo blanco. Hablando de probar, en el fondo de la bodega disponen de una mesita con numerosos porrones de todos los productos con lo que uno puede ir haciéndose a la idea de cual es vino que mas le gusta. Reconozco que hay algunos que a primer gusto no son nada fáciles, pero dándoles una oportunidad te pueden representar un buen papel. En mi caso esto me pasó con la referencia del Añejo Blanco y es que es un vino «difícil», de gusto fuerte, y que deja un rastro caluroso en la garganta notable. ¿Que ocurre? Pues que una de las veces que visité la bodega me atendió una señora que me preguntó si me gustaba cocinar y al decirle que sí, me lo recomendó encarecidamente: Resultó todo un acierto. De hecho, lo compro precisamente para eso. Es un vino que resulta espectacular cuando lo incorporas en todas las recetas donde se pide vino blanco, incluso algunas donde se pide cognac o brandy. Es mas, yo lo he llegado a gastar tanto para un sopa de cebolla, como para la elaboración de gyozas caseras en sustitución del sake, y os aseguro que el resultado es sobresaliente. En lo que respecta al vermú, es fantástico, sublime, espectacular y lo mejor… ¡cuesta 2,10€ el litro! Si si, como lo estáis leyendo. Son muchísimas las hierbas y especias que se utilizan en su elaboración y en ellas reside el secreto que guardan los fabricantes de los buenos vermús, ya que los gustos y olores que pasan al vino son en muchos casos muy amargos, y ahí debe estar la habilidad del enólogo para hacerlo en su justa medida e intensidad.

Si os sirve de ejemplo, os puede contar como anécdota que una vez en casa llene una botella Yzaguirre con este vermú y en una cena de amigos, se lo dí a probar. Entre mis amigos, hay uno que le encanta el vermú y fue curioso pues a pesar de que se tomó un par, no notó ninguna diferencia y en una de las ocasiones al terminar el vaso dijo «que rico está». Tras la cena le expliqué la jugada y no se lo podía creer, entre otras cosas porque la diferencia de precio entre uno y otro es muy notable. Os lo pongo de ejemplo para que veáis que sorpresas pueden derivar algunas bodegas. 

Ticket bodega brotons

Respecto al precio de los productos, están en la foto del ticket: Vermú a 2,10€/litro, Añejo seco a 1,50€/litro y fondillón a 3,65€/litro. En fin, siempre que voy me traigo lo que buenamente puedo y la mayoría de botellas son para tener detalles con amigos o familiares que me piden porque se enteran de que tengo que ir.

Buen producto a buen precio y por ponerle un enorme «PERO», solo comentar que sé porque lo he leído en alguna publicación especializada, que en la pared de al lado del despacho y venta, la familia Brotons guarda un tesoro brutal en forma de barrica de fondillón milenario de nada mas y nada menos que 1880. Total, 135 años de historia envasada. Sé además que ese mágico y ancestral néctar se ha dado alguna vez a probar a gente conocida de la bodega, pero la verdad, yo no he tenido esa suerte y mira que se lo he dejado caer al dueño en cada visita por activa y por pasiva, pero todos los años pasa de mi y se hace el remolón. En fin, a ver si alguna vez se apiada antes de que semejante joya se agote 😉

Foto Vicente Corona (VCrown)

Foto propiedad de Vicente Corona (VCrown)

Disponéis de mas info oficial en: www.vinosculebron.com

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Restaurante Alfonso o de como la sencillez se transforma en grandeza

Para mi siempre es un placer visitar Pinoso ( El Pinós) esta bella localidad alicantina del Alt Vinalopó, placer que se multiplica si además sé que voy a visitar el templo donde cocina Javier Alfonso, un cocinero innovador como pocos que está evolucionando la excelsa gastronomía local y elevándola a cotas contemporáneas a priori insospechadas. La verdad, esta visita no correspondió a ese criterio y nos pusimos en sus manos para degustar un menú, a su elección, pero de índole y corte tradicional. 
Collage Restaurante AlfonsoSomos 3 comensales. Tenemos nuestra mesita reservada en un rinconcito encantador. Atenciones, mimos, calor, cercanía y una sonrisa nos dan la bienvenida y nos acompañan hasta el asiento. Comenzamos con 3 Heineken bien fresquitas y unas almendritas marconas, del terreno, de la cooperativa del Manyan, calentitas y al punto de sal perfectas para contrastar la cerveza. Acto seguido apareció el pan: 3 bollitos suizos recién sacados del horno con su fiel acompañamiento de tomate rallado y alioli. Gozo. Conversación. Recuerdos gustativos. Magia que se unta.

Comienza el desfile de entrantes: Plato de jamón ibérico al corte. Buen punto salino, de curación, sabor a la zona norte. Siguen unas croquetas caseras de pollo extraordinarias. Bechamel perfecta. Rebozado y fritura ídem. Como la sed apremia nos recomiendan un tinto de la zona D.O Alicante que esta teniendo una acogida fantástica, el Tarima Hill de Monastrell. Un rojo rubí intenso. Olor a frutas rojas y moras, con un fondo sutil a hierba. Sabor firme con un final largo y persistente que repite las notas de moras, dejando rastros poderosos. Un acierto. Continuamos nuestro particular festín con unos tomates trinchados del terreno, su aceite ídem y mollas de capellán tostadas. Poco que decir. Mar y montaña. Historia gastronómica. Pasión y frutos de la huerta. 
Collage de entrantes en Restaurante AlfonsoSiguen pasando ante nuestra mirada atónita nuevas tentaciones, como las chuletitas de conejo rebozadas con ajetes tiernos. Un plato sutil y muy sabroso. Delicado y sorprendente. Gustoso y complaciente. Nos encantó. Acto seguido y bien escoltados por el Tarima Monastrell, encaramos el último entrante que tenía la forma de revuelto de huevos de corral con la inmejorable morcilla local pinosera y sus correspondientes croutons. Una delicia untuosa, de contrastes, de matices dulces y salados debido a la cebolla. Un desafío final que fue ampliamente disfrutado. 

Y llegamos al plato principal. Al súmum, al de la cocina del esfuerzo, de la entrega y pasión, la de los 50º de temperatura con varias capas de papel de periódico como protección, la del orgullo local, la de la gavilla de sarmiento, la del arroz con conejo y caracoles. No quiero extenderme mucho ni hacer comparativas con otros que ya tienen ‘la fama’ adquirida. Solo os diré que este arroz (y el nuestro lo era) es la prueba fehaciente de que no es ni mucho menos obligatorio ni imprescindible incorporar un marisco caro a un arroz (dígase bogavante, carabinero…) para conseguir que este sea ‘bueno’ y destaque. Ni mucho menos. Conejo, asadura, caracoles serranos, un buen ‘majao’ y mucho sarmiento convierten este plato en felicidad y transforman la sencillez en grandeza. Sublime. Espectacular. Grano perfecto (uno encima de otro). Sabor. Ración generosa. Lágrimas de felicidad en forma de sutiles granos. Silencio en la mesa. Incomparable. 
Collage Arroz en Restaurante AlfonsoTras este festival para los sentidos siguieron los postres: Rodaja de melón piel de sapo presentada y troceada, natillas con galleta y flan de huevo casero que tras la primera cucharada llevó mi memoria gustativa a la infancia y a mi madre, a su delantal y su flanera. 

Dos cafés, manzanilla y una tónica suelta y que me sorprendió: Vichy Catalán Premium Tonic Water. Indudablemente tónica e innegablemente de Vichy, pues comparte la mayoría de sus matices salinos y carbónicos.

¿La cuenta? Un auténtico lujo para el fatigado bolsillo. Despedida amable con buenos deseos para el próximo miembro de la familia que está a punto de nacer. No puedo decir que ‘volveré’, porque allí sigo. Nunca me he ido. Ni me iré. 😉

Restaurante Casa Rural El Sequé de Pinós

Reconozco que mi flechazo por esta población del oeste de Alicante, enclavada en el Vinalopó medio y casi limítrofe con la Región de Murcia es ya largo. Todo este idilio empezó hace ya algunos años con una visita sorpresa que me preparó mi suegro a una bodega local ‘secreta’ a la que él todos los años ‘peregrina’ y que me dejó boquiabierto por muchas razones: Compramos productos a granel con una calidad EXTRAORDINARIA y un precio correctísimo (añejo con un punto de aguja, el vino de postre matusalén que a él tanto le gusta, fondillón y vermouth rojo). Por otra parte, la tierra, el paisaje, era precioso y de alguna forma un murmullo ‘insonoro’ me estaba diciendo al oído ‘tienes que volver y volverás’. Efectivamente, el susurro intangible tenía razón. Poco tiempo después y ya en mi etapa como Concejal de Promoción y Eventos del Excmo. Ajuntament de Callosa d’en Sarrià, pude organizar un par de viajes temáticos del vino por la zona y de esta forma conocer mucho más en profundidad El Pinós, intercambiar presentes (nuestro níspero y derivados) con la corporación local y adentrarme en su gastronomía con sitios tan fantásticos y acogedores como el Rest. Alfonso del amigo Javi, que si no conocéis, es una visita OBLIGADA para todo buen gastrónomo que se precie.

El Pinós

En esta ocasión, la convocatoria a la XIII Edición de la Mostra de Cuina nos sirvió de excusa para desplazarnos el sábado 23 de febrero a esta maravillosa localidad, pero sinceramente, la motivación o excusa estaba demás. Lee el resto de esta entrada

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